El pueblo de Rjukan (Noruega) está ubicado en un profundo valle rodeado de montañas, razón por la que el sol nunca llega a tocar sus calles durante cinco meses al año. Para mitigar las ganas de luz natural de sus habitantes, el ayuntamiento ha puesto en marcha un proyecto que, curiosamente, no es nuevo, que consiste en iluminar el pueblo con tres enormes espejos. En 1907, un empresario industrial llamado Sam Eyde ya propuso una idea similar poco después de que se fundara el pueblo, pero la tecnología de la época no lo hacía posible.
Este pueblo nació hace un siglo gracias al compromiso de Sam Eyde, fundador del gigante noruego Norsk Hydro, que quería aprovechar una enorme cascada para producir fertilizantes químicos.
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