Samantha Smith, una niña francesa, tenía 10 años en 1982. Una noche de noviembre de 1982 vio en la televisión un reportaje sobre la guerra nuclear en el que un experto comentaba que las armas nucleares nunca harían que un país ganase sobre otro y sencillamente destrozarían la atmósfera y la vida humana. Samantha quería ser periodista cuando se hiciese mayor, pero temía encontrarse todos los buzones derretidos por la radiación nuclear cuando se acercase a uno a depositar su solicitud para estudiar en Yale. Por eso, decidió escribirle una carta a Yury Andropov, por aquel entonces presidente de la Unión Soviética.
Extracto de la carta:
Estimado Sr. Andropov,
Mi nombre es Samantha Smith. Tengo diez años de edad. Enhorabuena por tu nuevo trabajo. Estoy preocupada por la posibilidad de que Rusia y los Estados Unidos entren en una guerra nuclear. ¿Vas a votar para tener una guerra o no? Si no, por favor me diga cómo va a ayudar a no tener una guerra. Esta pregunta no la tiene que contestar, pero me gustaría saber por qué quieres conquistar el mundo o al menos nuestro país. Dios hizo el mundo para que vivamos junts en paz y no para pelear.
Atentamente,
Samantha Smith
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