Un niño está acostado, despierto en su habitación, en una nevada Nochebuena, excitado y alerta. Respirando silenciosamente, casi sin moverse, esperando, está atento a ver si oye un sonido que teme que podría no oír nunca el ruído de las campanillas del trineo de Santa Claus. Faltan cinco minutos para la medianoche, de repente, un atronador estruendo sobresalta al muchacho. Al quitar el vaho de la ventana ve algo increíble, un reluciente tren negro frena estruendosamente justo delante de su casa, el vapor de su potente motor silbando a través del cielo nocturno y de los copos de nieve que caen suavemente. El muchacho sale corriendo, vestido sólo con un pijama y unas zapatillas, y es recibido por el revisor del tren que parece estar esperándole.
- Bueno, ¿vienes?, pregunta el revisor.
- ¿A dónde? responde el niño
- Al Polo Norte, por supuesto. ¡Éste es el Polar Express!
- Si
- ¿Billete?
- No tengo.
- Mira en el bolsillo.
- Toma.
Entonces se monta en el tren y monta otro niño. Les dan chocolate caliente y viven una aventura en la que tuvieron que parar su viaje por culpa de unos ciervos.
Al llegar al Polo Norte se salió el vagón donde estaban él y sus dos amigos y estuvieron a punto de matarse. Al llegar se metieron en un tubo que transportaba los regalos y cayeron dentro del saco de Santa Claus. Después los rescataría uno de los gnomos de Santa. El primer regalo que Santa Claus repartió ese año fue un cascabel y se lo dió a nuestro protagonista.
Este libro también tiene una película que podéis ver si no tenéis ganas de leer.
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